Cuando el Clima Ético Cambia la Forma de Trabajar
- Marcela Peterson

- 14 oct
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Marcela Peterson
He estado en lugares donde actuar con transparencia parecía algo natural, porque todos a mi alrededor hacían lo mismo. También viví contextos en los que las reglas eran confusas o simplemente no se aplicaban a todos. La diferencia que eso hacía en mi compromiso y bienestar era enorme.
La investigación de DeConinck (2010) ayuda a entender este contraste. El autor demostró que el clima ético de una organización — es decir, cómo los empleados perciben las normas y prácticas relacionadas con la ética — influye directamente tanto en las actitudes como en los comportamientos laborales. Encontró, por ejemplo, que los entornos basados en la responsabilidad y la confianza reducen el estrés, aumentan la satisfacción con los líderes y fortalecen el compromiso organizacional.
Al recordar esas experiencias, se vuelve evidente cómo ocurre esto en la práctica. En lugares donde lo ético era claro y valorado, me sentía más motivada y resiliente ante las dificultades. Pero en contextos donde se ignoraban conductas dudosas, la motivación desaparecía rápidamente, junto con las ganas de permanecer en el equipo.
El punto central es que no basta con tener un código de ética escrito o frases inspiradoras en los muros. Lo que realmente importa es el clima que se construye día a día: confianza, justicia y ejemplos coherentes. Ese es el ambiente que sostiene la satisfacción, mejora el desempeño y reduce la rotación.
Al final, comprendí que trabajar en un clima éticamente saludable no se trata solo de evitar errores, sino de crear las condiciones para que cada persona pueda dar lo mejor de sí con claridad, seguridad e integridad.



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